Hoy Argentina se impuso como Campeón del Mundo en un partido de esos que dejan a más de uno con problemas de presión arterial. Aunque el mérito es de todo el equipo, es inevitable que los focos se posen sobre Messi, quien por fin pudo levantar el único título que le faltaba en su irresumible carrera profesional.
Después de la premiación, me puse a pensar en todo lo que tuvieron que esperar, tanto él como su selección y el país entero, para vivir esto. Recuerdo la final del 2014, cuando la dichosa copa se les escapó de las manos y la derrota quedó inmortalizada en aquella foto en la que el diez argentino veía el oro con nostalgia. Una cosa para romperle el corazón a cualquiera.
Tuvieron que pasar ocho años para reemplazar aquel dolor con la imagen que todo el planeta quería: Messi levantando la Copa del Mundo. Ocho años, dije.
Estamos hablando noventa y seis meses sin dejar de entrenar y mantenerse a un nivel impresionante.
Cuatrocientos veinticuatro semanas de esfuerzo y trabajo duro.
Más de tres mil días (aquí sí que quedo a deber la cuenta exacta) para tener otra oportunidad de tocar el cielo, y por fin lograrlo.
Por supuesto, no hay ni que hablar de todo el tiempo que pasó antes de Brasil 2014, porque entonces sumaríamos muchos más años de trayectoria para llegar a ese beso dorado.
¿A dónde voy? Pues a algo bastante obvio: lo bueno se tarda. Alcanzar lo más alto no sucede por casualidad y las cosas toman su tiempo, pero eventualmente llegan. O no. A veces no llegan y ya está, pero seguir buscándolas pone las posibilidades a favor.
Esto no lo digo como un descubrimiento para el mundo, porque sé bien que es una obviedad. Lo escribo más bien como un recordatorio para mí. Porque más de una vez me encuentro frustrada por no tener pronto los resultados que espero ni estar en el lugar que quiero. Como si la vida fuera soplar y hacer botellas.
Ver a Argentina esta tarde, con todo lo que ha sufrido, me da un bocadito de realidad. Un recuerdo de que debo ser paciente con lo que vale la pena y que no es posible que suceda todo de golpe. Ah, y por si fuera poco, que muchas veces hay que comérselas muy verdes antes de disfrutarlas maduras. Solo espero tenerlo presente más seguido.